domingo, 30 de agosto de 2009

"Historia de O": La increíble novela que fundó la literatura erótica femenina

Recordando a Dominique Aury
Un clásico erótico escrito por una tímida intelectual francesa hace 50 años, en honor a su amante secreto, encabezó este tipo de literatura. Dominique Aury murió hace ocho años pero dejó una refinada herencia caliente

Cincuenta años atrás, una extraordinaria novela pornográfica apareció en Paris, explica The Guardian hoy. Publicada simultáneamente en francés y en inglés, La Historia de O (Story of O) pinta escenas de esclavitud sexual y violencia explícita aunque en elegante prosa, con la pureza de la escritura pero tratando sobre un deseo endemoniado, cadenas, máscaras y látigos.

Pauline Reage, el autor, era un seudónimo, y mucha gente pensó que el libro solo podía haber sido escrito por un hombre. La identidad del escritor nunca fue revelada sino hace diez años cuando, en una entrevista con un periodista inglés, una impecablemente vestida intelectual de 86 años llamada Dominique Aury reconocía que las fantasías de castillos, máscaras, látigos y cadenas eran de ella.

Aury fue una eminente figura de la literatura de Francia, pero recién cuando escribió un libro a los 47 años. Traductora, crítica de cine y editora, durante, Audry fue la única mujer que se sentó en el comité de evaluación de la editora Gallimard (un cuerpo que también incluyó a Albert Camus) y fue miembro de la Légion d’Honneur.

Ella mantenía las cejas levantadas, según quien la entrevistó hace diez años. Más calma y delicadamente vestida, casi “como una monja”.

Francia no tuvo nunca una buena relación con La historia de O, pero este año el Gobierno anunció que será incluida en una lista de orgullos nacionales que se anunciará y celebrará este año.

Dominique Aury murió a los noventa años, en 1998, pero quienes la conocieron bien dicen que aún está viva. Hay un documental fascinante e inédito sobre el libro, y el secreto que por tanto tiempo lo rodeó, que filmó la norteamericana Pola Rapaport.

Más interesante aún es la influencia de La Historia de O. En los cincuenta, un libro así sólo podría haber sido escrito en Francia, nunca publicado en los Estados Unidos o Inglaterra, sostienen los propios anglosajones, porque ambos sitios tenían en danza leyes mordaza bastante estrictas.

Más allá

Ahora, por supuesto, se supone que las mujeres escriben sobre sus fantasías y sobre lo que quieren. Y lo hacen con entusiasmo: fue saludada hace muy poco aquí, y este mes en Gran Bretaña, Cien cepilladas antes de dormir, de Melissa P, una siciliana adolescente que despertó el morbo editorial del mundo.

Ya el mundo ha tenido sexo de swingers con la cineasta de culto Caterine Millett y pensionados sexuales con Jane Juska, que ponía avisos en el New York Review of Books, para hombres que también ya hablaban sobre Trollope. La nueva sexualidad femenina apareció en Francia por medio del cine porno, una especie de posfeminismo prosexual sin complejos, sumisiones ni reglas.

De la mano de “las tres mosqueteras” Laetitia Masson (consagrada con Tener o no tener -En avoir ou pas, 1995- y Se vende -A vendre!, 1998-), Virginie Despentes y Catherine Breillat, la mujer es arte y parte de sus propios deseos. Breillat es directora y a los 17 años escribió su primera novela, El hombre fácil, censurada por su lenguaje explícito.

Su primer filme, Une vrai jeune fille (Una verdadera mujercita, 1976), adaptación de su tercera novela, trata sobre las fantasías eróticas de una “lolita” y sólo se estrenó en Francia. Romance, nominada a Mejor Película Extranjera en los Premios Británicos de Cine Independiente, cuenta la historia de Marie (Carolina Ducey) que, insatisfecha con su novio, decide explorar su sexualidad. Sólo un actor aceptó el papel masculino: la estrella porno italiana Rocco Siffredi.

La película fue prohibida en Australia, y en los Estados Unidos sólo fue exhibida en un circuito especializado: “El amor es un ideal, y no se alcanza nunca. En cuanto al sexo, si uno logra liberarse de su propia censura, ¿qué es la obscenidad? Si no existe una mirada degradante de uno mismo, la pornografía no existe”, declaró.

El incendio que provoca La Historia de O en el feminismo norteamericano durante los ochenta tuvo, incluso, aún menos efecto subversivo que el libro en sí mismo.

Pero antes que nada, La Historia de O no es un libro para leer en el colectivo, o por lo menos no las primeras 60 páginas. Escritas, de cualquier manera, con una intensidad erótica casi alucinatoria que hace que nadie en su sano juicio lea sin tener a quién besar luego.

Un joven, “O”, es conminado por su amante, en el auto estacionado, a sacarse la ropa interior. René lo lleva así hasta un descampado en los suburbios de París. Aquí, ella inicia una sociedad secreta con reglas complicadas: debe usar un vestido con corset que le exponga sus senos, collar de cuero y esposas.

Dominique Aury, acostada en su cama con un lápiz y su cuaderno de colegio, no pensaba en publicar sus escritos. Escribió como un desafío, una empresa que emprendía para conquistar más a su amante, Jean Paulhan. Se conocieron durante la ocupación alemana, cuando ella distribuía una revista llamada Lettres Françaises.

La Historia de O sigue siendo un texto poderoso, no tan impactante como lo fue en su época, y tampoco causando incredulidad, como entonces. Pero aún es capaz de hacer sentir viceralmente

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